Entrar en el viejo búnker nuclear en Estocolmo donde están guardados los secretos de WikiLeaks es como pasar a otro mundo surrealista, a medio camino entre el planeta Tierra y el ciberespacio.
La entrada desde la calle casi no se ve. Es sólo una puerta en un muro de roca.
Si se pulsa el timbre y se te invita a pasar, las puertas de cristal se abren y puedes entrar en un mundo de iluminación suave, a lo James Bond. Hay puertas de alta seguridad que sólo se abren cuando la puerta detrás de ti se ha cerrado y se necesitan pases especiales para atravesar cada pequeño tramo dentro de la caverna.
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